Luisa Orozco

La vida se presenta tan grande y compleja como el ser mismo, desde la contradicción originaria de la muerte como sentido de la existencia...Como la pregunta eterna por sí mismo y la respuesta en la mirada del otro...

Tuesday, November 16, 2010

Un mundo donde nunca dejó de llover. Un mundo donde ella no pudo, aunque quiso, con todas sus fuerzas sabía qué hacer, pero no tuvo el valor, el miedo la paralizó. Sabía que debía correr a pesar de la lluvia pero ésta la inmovilizó. La paralizó de pronto y en su cabeza imaginó que debía parar de llover, pero nunca paró.

En medio de esta profunda oscuridad ella vio una luz por primera vez, provenía de la mitad de aquel abismo tormentoso, pero tenía la sensación de que aquella pequeña luz, en medio de la nada, era su única esperanza. Y se lanzó a su alcance, corrió cuan fuertes eran sus piernas y su respiración subía el corazón hasta su boca, corrió como quien lucha por el último aliento de vida, por la verdad revelada, por el secreto de ancestros que ya hicieron este recorrido y ahora son relevados por los jóvenes, corrió por encontrar el sentido de su vida en esta carrera.

Ahora se pregunta si encontrará la luz, si la atrapará o la perderá en el camino; concientiza que nunca se apoderará de ella, que no puede controlarla como quien domestica un animal o un hada enjaulada, aquella luz siempre la superará y la precederá y al tiempo que más se esfuerza, sus fuerzas disminuyen. Agotada, en medio de la noche y casi por perder el resto de aliento, se rinde ante el camino, deshace su ansiedad, baja su carrera y recupera su
ritmo y aliento, por primera vez controla sus pasos: no más víctima del miedo que al mismo tiempo la paralizó, para luego hacerla correr sin pausa ni objeto.

Creyó perder el objetivo de su lucha y se dedicó a concentrarse en aquello con lo que la vida la había dotado para seguir esa luz; observó sus piernas bien trabajadas a fuerza de camino, sus pies planos y callosos de tanto correr, su abdomen abultado y prominente que controlaba con profundidad grandes respiros, su corazón; que desde siempre había marcado sus pasos, ahora ella debía controlar sus latidos y no al contrario... no podía dejarlo parar, paralizarse ante el miedo, pero tampoco debía dejarlo desbocarse en angustias fanstasmales que lo obligaran a salirse por su boca.

Entonces respiró y sintió su aliento, cortado por una tos vieja y descuidada. Reflexionó sobre sus continuos suspiros y cómo quiso cortarlos con cigarrillo; sintió que el dolor de su pecho brotaba por sus ojos y que ella como el mundo lloraban, por el sinsentido, por la ansiedad y el olvido, por el abuso de poder frente a otros y frente a nosotros mismos. Al tiempo se sintió liberada, como si por fin sus manos pudieran reconocerse, como si por fin el calor de su sangre hiciera hervir sus entrañas de magnificencia y dejó de preguntarse si la lluvia pararía, porque la luz que perseguía había entrado en ella y la abrigaba en medio de la noche que no parecía tan oscura, o por lo menos tan fría.

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